(Casi) Todos queremos estar más delgados haciendo el mínimo esfuerzo posible (bueno, y saber inglés y amontonar más dinero y hacer más amigos y tener más salud…, todo con el mínimo esfuerzo). La industria ofrece atajos para llegar, anzuelos en los que muerden el número suficiente de consumidores como para hacer rentable la estrategia. En esta línea, un ingrediente que permita reducir el panículo adiposo subcutáneo (léase michelines) resulta a priori extremadamente atrayente. Pues bien, parece que existe.

En numerosos estudios sobre el efecto del �?cido Linoleico Conjugado (más conocido como CLA o por sus nombres comerciales, del que el más extendido tal vez sea “tonalín�?) se ha podido comprobar como al suministrar una cierta cantidad de este ácido graso en el alimento, disminuye significativamente el espesor de la grasa subcutánea. No hace falta ser el más avispado de la clase para intuir lo interesante de utilizar esos conocimientos como reclamo en alimentos “de diseño�?. Y así ha sido. Numerosos alimentos (en España sobre todo lácteos como los de La Asturiana) ya presentan niveles añadidos de este ácido graso y, lo más importante, son publicitados como la solución, como el nuevo guardián de la salud del consumidor. Y además con estudios científicos serios que certifican su efecto, tal y como publicitan estas compañías en su página web. Incluso algunas compañías de productos cietéticos ofrecen cápsulas con concentrados de CLA.
El término CLA engloba diferentes ácidos grasos, todos ellos isómeros (compuestos con la misma composición en átomos pero diferentes estructuras) del ácido linoleico. Se encuentra de manera natural en la grasa de los rumiantes (vacas, ovejas, cabras), tanto en su leche como en su carne. Para añadirse a alimentos se realiza una síntesis a partir de aceites vegetales. Los potenciales efectos beneficiosos del consumo de este ácido graso son muy variados: disminuye la incidencia de determinadas tumoraciones, disminuye la incidencia de arteriosclerosis, tiene efectos positivos en el control de los niveles sanguíneos de glucosa en diabéticos, mejora la inmunidad específica y un largo etcétera de efectos positivos, entre los que destaca sobremanera el efecto de disminución de la obesidad. No obstante, en la literatura científica pueden encontrarse multitud de trabajos donde se “prueba” tanto un efecto positivo (el que sea) como negativo como ausencia de efecto. Hay que reconocer que el de disminucíon de la grasa corporal es de los efectos más probados y ya admitido como cierto.
Algunas consideraciones sobre su uso en humanos, sobre la publicidad que se hace sobre la presencia de CLA en los alimentos: en primer lugar, casi todos los estudios han sido realizados en ratones de laboratorio, conejos, cerdos, pero solamente intuidos o escasamente probados científicamente sobre humanos. No quiere esto decir que no sea lógico pensar que su efecto se vaya a mantener, y de hecho existen trabajos serios que así lo demuestran (pincha aquí y después en “research”). Aquí viene la segunda consideración: los niveles empleados en esos estudios y los períodos de tiempo durante los que se probaron resultan poco prácticos. Es decir, el CLA es efectivo si se toma una dosis diaria de 3.5 gr (0,6 litros de la leche enriquecida que existe comercialmente) durante 1 o 2 años. Por otra parte el efecto es significativo, pero no espectacular. En concreto, se habal de una disminución del 6% de la grasa total. Vamos, que si los michelines ondean en el abdomen, no vamos a conseguir un vientre tipo tableta de chocolate con CLA. Por último, y para mí lo más importante, se desconocen posible efectos adversos a largo plazo del consumo de esos altos niveles de CLA durante tanto tiempo. Se han sugerido algunos, pero la investigación no va tan avanzada en este tema.
Como en tantas otras cosas, el uso del CLA en la dieta es prometedor e interesante, pero no es la causa de que la chica que en el anuncio se quita la camiseta tenga un vientre de anuncio.