COSAS DEL COMER

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En el último número de la revista “Food Quality and Preference” hay tres artículos que me han llamado la atención. En el primero de ellos se revisan los factores que modulan la sensación aromática en los humanos. Se tratan factores relacionados con los propios compuestos químicos que provocan la sensación olorosa, pero sobre todo se tratan factores relacionados con el sujeto que la huele, entre ellos el aprendizaje, el sexo y el estatus hormonal, la edad, el estado emocional (alguna vez ya hablamos de ello por aquí), las instrucciones y cuestiones semánticas previas al estímulo (caso de catadores, sobre todo), la cultura… Algunas cuestiones curiosas, como el hecho de que la exposición repetida a un olor agradable (limón) y desagradable (mantequilla rancia) tuvo como consecuencia una disminución en las puntuaciones de agradable y desagradable (respectivamente). En cuanto al estatus hormonal, resulta curioso que sigamos siendo tan animales (en el buen sentido de la palabra). Parece que las mujeres en el período de ovulación muestran mucho menos desagrado por el olor de la androstenona (feromona responsable del olor a verraco, propio de la carne de cerdo macho sin castrar). Relacionado también con las hormonas y la edad, parece que la menopausia puede provocar una anhedonia (incapacidad para oler sentir placer) con los olores agradables más acusada. Y muchas más cosas curiosas.

En el segundo de ellos se relaciona la percepción del sabor dulce con la personalidad del sujeto. Este es para leérselo despacio, por la cantidad de enlaces con otros artículos interesantes que presenta. En cualquier caso y resumiendo, lo que hacen es ver la apetencia por comidas dulces o “secas” (no dulces) en personas con diferente personalidad. Como siempre en este tipo de estudios realizados con tests, los resultados hay que cogerlos con pinzas (ya lo dice el doctor House: todo mentimos). Parece que las personas más impulsivas tienen una mayor apetencia por las comidas dulces (yo no soy impulsivo y los dulces regular solamente, pero conozco ejemplos de todo tipo).

En el tercero, se estudia en un comedor escolar de niños de entre 5 y 13 años, la relación entre las expresiones faciales y si a los críos les gusta o no la comida. Algunos pensarán que para eso no hace falta un estudio, pero digamos que es una puesta a punto de un método para más adelante poder evaluar comidas para niños sin tener que hacerles engorrosos tests. Conclusiones: sí, los críos ponen cara de lo que piensan, no como los adultos (aún recuerdo una ocasión en la que, como un campeón y con cara de que me gustaba, me tomé aquel inmenso plato de arroz -pasado-, patatas y bacalao que me sirvió la madre de un gran amigo).

El cuadro es “Otahi” de Gauguin.

Un pensamiento en “COSAS DEL COMER

  1. Me apunta Flat (gracias por la corrección) que anhedonia no es falta de capacidad para oler -que evidentemente es anosmia- sino incapacidad para sentir placer (que, por cierto, vaya desgracia). No fue lapsus, fue falta de vocabulario.
    Queda corregido en el texto.
    Saludos y gracias de nuevo, amigo flat.

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