No resulta extraño que uno conozca a un par de personas mayores que tengan entre sus medicinas diarias el archiconocido Sintrom. Su principio activo, el acenocumarol, como otros fármacos de esa misma familia, reducen el riesgo de formación de coágulos en la sangre, lo que a su vez redunda en una menor posibilidad de procesos que cursan con la formación de trombos. Este efecto se debe a su acción anticoagulante (de hecho, distintos compuestos de esta familia de anticoagulantes se utilizan a elevadas dosis como matarratas, ya que consiguen que el animal se desangre lentamente horas después de su ingestión, evitado así que consigan asociar el consumo del veneno con su acción).

Su efecto consiste en disminuir la acción de la vitamina K en la cadena de reacciones bioquímicas que da lugar a la formación de un coágulo. Es decir, se trata de antagonistas de la vitamina K. Por ello, su acción depende en gran medida de los niveles plasmáticos de vitamina K que tenga el individuo. Y así vamos llegando a los alimentos: si se consumen con frecuencia alimentos ricos en vitamina K y suben los niveles de la misma en sangre, disminuirá el efecto del fármaco y será necesario aumentar la dosis (ver recomendaciones). Y viceversa, es decir, ante menores niveles de vitamina K, la misma dosis puede convertirse en peligrosamente potente. Esta es una de las razones por las que los pacientes en tratamiento con este tipo de fármacos tienen que estar continuamente ajustando sus dosis, y se les recomienda que no consuman con mucha frecuencia alimentos ricos en vitamina K, como los vegetales de hoja verde (lechuga, espinacas, escarola…) el germen de trigo o el aceite de girasol. Pero en esta lista el rey, o mejor dicho la reina, es la col, y especialmente las fermentadas, el conocido chucrut. Así que si uno está tomando sintrom o similares y se va de vacaciones a Alemania, que se cuide de comerse solo los codillos y deje las famosas coles a un lado.

De esto me enteré ya hace tiempo y quedó aparcado para futura entrada de lamarga. Me he acordado este verano cuando el amigo Pepe Bravo (aficionado a los fogones y autor del blog “Las mentiras de la industria farmacéutica”) me remitió un artículo en forma de carta a la directora, de la revista “Gaceta sanitaria”. En este artículo los autores explican que existen alimentos que interaccionan con el tipo de fármacos que se señalaban anteriormente en esta entrada, y que uno de ellos es el haba tonka. Este condimento se utiliza en cocina y repostería, y parece ser que en los últimos años, con la constante búsqueda en la coctelería de gin-tonics con aromas exóticos y complejos, se ha puesto de moda su uso en este tipo de preparación, por su caracterítico aroma a vainilla.

Este condimento, por otra parte (y como se explica en el artículo) contiene por sí mismo anticoagulantes naturales de la misma familia de los cumarínicos, y es por ello por lo que su uso alimentario parece estar prohibido. No deja de extrañar entonces que su venta sea común en tiendas de productos gourmet. Los autores señalan que los riesgos evidentes derivados de su consumo pueden ser todavía más graves en pacientes que ya estén en tratamiento con estos fármacos (en los que la acción se potenciaría, llegando a valores de coagulación muy bajos). De hecho, se recoge un caso en el que una persona consumió haba tonka a pelo, y tuvo una intoxicación de aúpa.

Como curiosidad, he buscado haba-tonka en google, y he visto un buen número de blogs en los que se habla de su uso gastronómico (como aquí, aquí y aquí, donde incluso se pueden comprar), y otros cuantos en los que se cita su empleo en gin-tonics (este y este, por ejemplo). Hasta el mismísimo Adriá lo emplea en alguna de sus recetas. No deja de resultar curioso que le reprocharan el empleo de aditivos en sus platos por su potencial efecto sobre la salud, cuando estos no presentan ningún problema, y que de otro tipo de ingredientes que sí son peligrosos pero son naturales (como el carbón o el haba tonka), nadie haya dicho nada. De hecho, alguno de los cocineros críticos con las modernidades, uno que catalogaba a los nuevos chefs de «sifoneros» en tono despectivo, parece llevar usando el condimento de marras sin tapujos una porrada de años.

El cuadro es “Diogenes II” de Denis Peterson.