SALADO DESDE LA CUNA

Uno siempre tiene la sensación de que los sabores y aromas que le resultan más atrayentes tienen mucho que ver con aquellos a los que se acostumbró desde pequeño. Y esto que en muchos casos no deja de ser anecdótico, en otros podría tener efectos no muy saludables. Así al menos parece desprenderse de un estudio llevado a cabo por unos investigadores del Monells Chemical Senses Center (Phi, USA), publicado en el American Journal of Clinical Nutrition, en el que se llegó a la conclusión de que la mayor o menor preferencia por el sabor salado tiene mucho que ver con la exposición a la sal en los primeros meses de vida.

En el estudio se comprobó la preferencia por el sabor salado en bebés a los 2 y 6 meses de edad. Mientras que a los 2 meses de edad ninguno de los bebés mostró preferencia por los sabores salados (e incluso rechazaban los sabores salados más intensos), a los 6 meses de edad los bebés que habían probado habitualmente alimentos comunes ricos en almidón, como pan, crackers o cereales de desayuno (todos ellos con un cierto sabor salado) tuvieron una clara preferencia por los sabores salados, mientras que los que no habían empezado con ese tipo de alimentación siguieron no mostrando preferencia por la sal o incluso seguían rechazándola.

Es más, para ver si dicho efecto prevalecía en niños algo mayores, se realizaron encuestas a madres de 26 niños que estaban en edad de guardería, en las que se les preguntaban sobre los hábitos alimenticios de sus niños. De esta manera pudo comprobarse que los niños a los que se les había dado ese tipo de alimentos ricos en almidón antes de los 6 meses, eran más propensos cuando llegaban a la edad de preescolar a chupar la sal que hay sobre algunos alimentos, o incluso a tomar sal a palo seco (yo me comía las pastillas de caldo de carne a bocados; hoy no lo hago porque sé que no me viene bien, pero me sigue gustando igual).

Bueno, me quedo con unas cuantas lecturas. La primera, que ya les vale a estos de Monell andar haciendo perrerías a bebés. Segunda, que habría que ver cuándo le dieron a los niños el pan o las galletas antes de los 6 meses y no ya por la sal: todos estos alimentos contienen gluten y parece que una exposición temprana (anterior a los 4 meses) a la proteína en cuestión puede aumentar el riesgo de celiaquía. Y tercera, que parece claro que, entre otros muchos factores, lo que uno come desde pequeño le va modelando sus gustos, y esto puede ser en algunos casos peligroso (demasiada sal en la dieta = riesgo de hipertensión arterial). Viene al pelo recordar que unos investigadores de este mismo centro ya sugirieron que lo que come la madre durante el embarazo influye sobre los gustos posteriores del bebé.

Y tampoco es muy sorprendente, ¿o no hay familias enteras (los tíos de mi señora, por ejemplo) que tienen una preferencia desmesurada por el sabor dulce? ¿Será por habituación desde pequeños o será por una cuestión genética? Seguramente haya de todo.

El cuadro es “31914 Siemens” de Cesar Galicia.