¡QUE ESAS ALUBIAS NO TOQUEN MI FILETE!

Me he visto retratado en este artículo de la revista “Appetite”, realizado por investigadores de las universidades de Birmingham y Derby del Reino Unido, en el que comprobaban que en niños de entre 18 y 25 meses, el contacto de una comida que no les guste con un alimento que sí les guste, produce una disminución en el grado de aceptación de ese último alimento (el que les gusta), e incluso el total rechazo. Por supuesto que yo de esa edad no me acuerdo, pero a mi me siguió pasando después: imposible comer un trozo del chorizo más exquisito si este había sido parte del guiso de las alubias (que eran mi enemigo más terrible). Es más, aborrecía lo que hubiera sido tocado por el cucharon de servir aquellas comidas que no resultaban de mi agrado.

Es curioso, porque habiendo sido un tiquismiquis de pequeño, ahora soy un tragaldabas que no le hace ascos a nada, y no me importa en absoluto que las comidas se mezclen, ni tengo muchos escrúpulos con casi nada de comer. Sin embargo el tema de las alubias me está costando muchos esfuerzos (hace poco probé las alubias con chorizo por primera vez…). Así que ya que estaba, me he puesto a buscar, y he visto este artículo en la misma revista (el título es propio de Mafalda: “Acábate la sopa”), en el que queda claro que cuando no se les presionaba a comer, los chavales (al menos los del estudio) consumían más alimento y realizaban muchos menos comentarios negativos sobre los platos. Los autores concluyeron que esa presión puede tener efectos negativos sobre las preferencias de los niños por alimentos que sean saludables y finalmente sobre su consumo.

De hecho, yo siempre he achacado ese problema atávico con las alubias a que mi padre siguió un día la famosa estrategia de si no te lo comes ahora te lo tomas en la merienda, y si no en la cena, esperando que el hambre obrase milagros. El resto de platos que no me gustaban (y que nunca me forzaron a comer) son ahora mi devoción (garbanzos, lentejas, sopas varias, menestra de verduras…) pero las alubias se han hecho fuertes en el rincón de mis odios y me está costando mucho cambiar.

El cuadro es “Noche en St. Cloud” de Edvard Munch.

 

4 pensamientos en “¡QUE ESAS ALUBIAS NO TOQUEN MI FILETE!

  1. ¡Qué bueno Orges! Yo fui como tú, me obligaban a comer y no me gustaba casi nada, menudo trauma. Y ahora como (casi) todo. Maravilloso el artículo, una base teórica para lo que yo creo que hay que hacer con los niños: ofrecerles comida sana pero sin forzar, y dar ejemplo comiéndola regularmente. Habrá que tenerlo impreso para cuando alguien diga que «malcrío» al niño al no obligarle a comer (madres y suegras preparaos, je je). Este artículo me hace recordar el experimento clásico de la Dra. Davis que probó que los niños pueden elegir por sí mismos una dieta equilibrada, y, por supuesto, a todo el libro de Carlos González «Mi niño no me come».

  2. El cómo influyen las pautas gastronómicas infantiles en las preferencias de adulto es un mundo misterioso. Yo creo que todos hemos sido más o menos tiquismiquis de pequeños y hemos ido venciendo (y convenciendo) esas reticencias, pero algunos platos mantienen esa aura de «odiosos» que no consiguen eliminar en toda una vida. Al tener hijos pequeños, que comen en casa, y verlos en comidas con sus amigos, muchos de ellos de comedor escolar, estoy reflexionando bastante sobre las diferentes actitudes hacia las comidas y cada vez estoy más convencido que una dieta variada en casa va a marcar, no sólo nuestras preferencias futuras, sino posiblemente la capacidad de disfrutar con la comida, además de la repercusión sobre la salud.

    Interesante tema el que abres con este post.
    Un saludo

  3. Unas alubias de Tolosa lo solucionarian rapido, luego la chuleta. Pero sobre gustos no hay nada definitivo, ni el crio mas «comistillas» no ha salido adelante, al menos en el mundo «desarrollado».

  4. Muchas gracias por los comentarios, Urbinaga, Jesús y Enrique.

    Enrique, no he leído el libro que comentas. Cuando das de comer a los críos, es difícil el equilibrio entre no forzar e intentar que lleven una dieta adecuada. Sin ser unos ogros, los míos, mal que bien, comen de todo, pero tampoco nos hemos dejado tomar por el pito del sereno. Por cierto, que para poder realizar hoy en día el estudio de la Davis, necesitarías más papeles firmados que para abrir una central nuclear. Esa preferencia en el gusto por lo que necesitamos, tal y como dice en el artículo que enlazas, solamente explica un pequeño porcentaje de los gustos. De hecho, la teoría dice que la detección de los sabores amargos es una herramienta para detectar venenos, y no somos pocos a los que nos gusta el gin-tonic, la cerveza o el café.

    Jesús, estoy completamente de acuerdo: lo que ven todos los días en casa, las costumbres de tu familia, determina en gran medida tus gustos futuros, y tu predisposición a probar y a disfrutar.

    Urbinaga, para ir poco a poco, empecé (ya hace unos años, pero no tantos) por alubias pequeñitas, de textura consistentes, tipo los frijoles de los restaurante mexicanos (primero los machacados), y las judías pintas de Navarra. El año pasado en un show de Buffalo Bill en Eurodisney, me casqué (era menú cerrado) un plato de judías (también eran pequeñitas, y sin la textura harinosa de las alubias), y este año, por fin, en Ávila (tierra de mis orígenes) me toma una tapa de alubias con cotubillo, y me gustó. Ya sólo me queda liarme la manta a la cabeza y atreverme este verano en Asturias con unas alubias con chorizo. Y no te creas, que tengo amigos que ya de adultos, arrugan la nariz ante muchos platos.

    Saludos y gracias a los tres.

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