MÁS GLUTAMATO

Pues bien, qué decir a estas alturas del ínclito glutamato monosódico, uno de los aditivos más usados, amados y odiados, estandarte de la gastronomía moderna y/o basura en occidente, y de la más rancia tradición en oriente. Tanta fama le situó en el punto de mira ya hace mucho tiempo. De manera un tanto extraña, puesto que es un compuesto químico que aparece en cantidades elevadísimas en productos tan libres de toda sospecha como la salsa de soja, el jamón ibérico o el queso parmesano. Pero bueno, algunas investigaciones no muy serias aunque con gran repercusión, ligaron su consumo a lo que se vino en llamar “síndrome del restaurante chino”, dado el extensivo uso de este compuesto por parte de la comida tradicional oriental.

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EL GLUTAMATO NO PROVOCA OBESIDAD

Esto es lo que se desprende de un estudio publicado en la prestigiosa British Journal of Nutrition1, en el que no se encontró asociación alguna entre el contenido en glutamato monosódico en la dieta y el padecimiento de obesidad.

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  1. por ahora en cola de publicación; este enlace no funcionará una vez se publicado en un volumen de la revista []

15 DÍAS DE VACACIONES. IV.- LOS ATRASOS

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En estos días se me han ido acumulando algunas noticias interesantes que se han publicado en diferentes medios. Ahí va un resumencito:
.- El pH ácido (muy ácido) de algunas bebidas como zumos o determinados refrescos no afecta negativamente al tracto gastrointestinal. Algo que, en principio, no es ilógico suponer (el pH propio del estómago es aún más bajo, y es de suponer que estamos protegidos contra este hecho). En cualquier caso, descarta ese miedo que muchos tienen a la gran acidez de, por ejemplo, la coca-cola. Tendrá otros aspectos negativos, pero su acidez no. Publicado en Journal of Food Science.

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EL QUINTO SABOR

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No nos alcanza el vocabulario para registrar todas las sensaciones posibles que podemos percibir con nuestros sentidos, pero en el caso del gusto las cosas las teníamos más o menos claras: podemos percibir el sabor salado (se define como el sabor del cloruro sódico), el dulce (el de la sacarosa), el amargo (creo recordar que la referencia es la quinina) y el ácido (no me acuerdo que ácido es la referencia para este sabor, pero todos sabemos a qué me refiero). Bueno, al final no es tan sencillo, porque los sabores no son puros (y hablo de aquello que se percibe en la cavidad bucal, en las papilas gustativas, que se encuentran en la lengua; porque en nuestro idioma el término sabor se emplea también para hacer referencia conjuntamente al sabor y el aroma de un alimento: no existe el sabor a chorizo como percepción del gusto). Al mezclar varios sabores la cosa se complica, pero mal que bien los usuarios medios nos podemos manejar. Pero hace no mucho tiempo nos saltaron unos investigadores japoneses con el descubrimiento de que había un quinto sabor, y que de hecho habían descubierto sus receptores específicos en la lengua. Como este sabor era inequívocamente agradable, fue bautizado como “delicioso”. Como eran japoneses, le pusieron el nombre en japonés: “Umami”. Y como el nombre era atractivo, pues se quedó así para todos los idiomas.

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COMER AHÍ FUERA

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Recoge hoy el diario «El mundo» una noticia sobre un alimento que han desarrollado los japoneses para sus astronautas: sopa sólida (yo diría por el texto que «semisólida» es decir, más bien puré, o algo así). Y es que la comida para astronautas parece que tiene que cumplir una serie de requisitos, entre otros, no ser muy líquida (más bien no tener mucho líquido). Cuando estuve de investigación post doctoral en la Universidad de Cornell, en USA (1999, ya ha llovido), colaboré como catador en un panel que evaluaba comida para la NASA, para la misión a Marte (he encontrado esta página con una foto de Jean Hunter, que era la que coordinaba el asunto, y otra foto de las cabinas donde catábamos la comida que teníamos que evaluar los voluntarios), y llegué a participar en una par de reuniones con los investigadores que estaban desarrollando los platos. El grupo de esta universidad trabajaba fundamentalmente en desarrollar recetas atendiendo a dos variables: uno de los requerimientos era que la comida tuviera poca sal, porque en ausencia de gravedad parece que los huesos sufren una cierta descalcificación, y la sal potencia este proceso. Otro era desarrollar platos sin carne (el precio de los cereales en Marte debe estar por las nubes, y tener a las vacas pastando con escafandra queda chulo pero parece poco efectivo, así que criar allí ganado saldría por un pico) pero imitando la textura de la carne. Algunos pensará que eso ya existe, la carne de imitación que venden para los vegetarianos, pero en este caso tenía que elaborarse con plantas que pudieran producirse usando cultivos hidropónicos (es decir, plantas que se cultivan sin suelo, en pequeños recipientes con agua y las sales necesarias y un soporte com grava o turba, donde crecen sus raíces), que es como piensan producir los alimentos en las misiones espaciales de larga duración. Así que, en resumen, comíamos en el panel hamburguesas de lentejas sosas . Yo les sugerí en aquel entonces que usaran transglutaminasa para sus hamburguesas vegetales (se desmoronaban con facilidad) y glutamato monosódico para que supieran a algo (la cocinera había optado por las especias, y a ese paso los astronautas no tendrían osteoporosis, pero seguramente sí un agujero en el estómago). La verdad, cuando me vine les perdí la pista y no sé si hicieron algo con mis propuestas. Después, al venir, ya metido de lleno en el mundo este de la gastronomía, le propuse a la ESA (agencia europea del espacio) poner en marcha una línea de investigación similar aquí… palmaditas en la espalda, largas, que muy interesante, que en el futuro… Sé que Paul Bocuse desarrollo una serie de platos para la agencia, y que el año pasado en unas demostraciones en Barcelona alguien también hizo algo (como veis, tengo datos precisos al respecto).
Es que yo, en realidad, lo que quiero ser es astronauta.
El cuadro es «La Nevera» de Antonio López.
¡Qué bueno es el último de Radiohead entero, y qué buena es «Jigsaw falling into place» en concreto, coño!