SURTIDO PRENAVIDEÑO

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Un tema que ya se ha tratado en diferentes ocasiones aquí en lamarga es el de los efectos de dietas ricas o pobres en grasa o carbohidratos (aquí, aquí y aquí en los comentarios). Bien, pues en ese sentido, algo más de información, que además suena bastante lógica: parece que las dietas ricas en grasa y pobres en hidratos de carbono (tipo dieta Atkins) provocan una mayor tendencia a sufrir episodios cardiovasculares (infartos, anginas de pecho…), sin conseguir efectos significativamente mejores en lo que se refiere a pérdida de peso que las dietas pobres en grasa y ricas en hidratos de carbono. Esto es lo que se desprende de un estudio publicado en la revista Diabetes (no es ni una página de web anónima, ni publicidad de una marca de puré de patatas, ni opiniones de un gurú iluminado: Diabetes, vol.58, no. 12, 2741-2748).

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NO SÓLO QUÉ, TAMBIÉN CUÁNDO

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En un estudio que saldrá en breve publicado en los Proceedings of the National Academy of Sciences, se pone de manifiesto la importancia de los ciclos de comida y ayuno sobre el metabolismo. Es un hecho bien sabido que las personas que tienen horarios muy cambiantes, como los trabajadores de turno de noche, presentan una incidencia de síndrome metabólico, enfermedades coronarias o diabetes muy por encima de la media. Este hecho parece relacionado con la rotura constante de un patrón de ritmo circadiano (ciclos de luz y oscuridad). Este nuevo estudio lo relaciona así mismo con los ciclos de alimentación y ayuno. Según estas investigaciones, parece vital seguir patrones repetitivos (vamos, mantener el horario de comidas) para favorecer la expresión de determinados genes (por ejemplo, de los que codifican los enzimas implicados en el metabolismo de azúcares o grasas). Uno de las aspectos que más me han llamado la atención del asunto es que el investigador responsable, Satchidananda Panda, cuenta que se ha autoaplicado los resultados de su estudio, y al someterse a un patrón en el que comía únicamente desde las 8am hasta las 8pm, dice encontrarse mucho mejor y haber perdido peso (poco científico esto último, porque un cesto no hace el mimbre). Se puede leer la noticia aquí.
El cuadro es «A dream of reason» de Victor Pasmore.

¡¡VITAMINA D!!

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Tal y como dice Harold McGee, los beneficios nutricionales o sobre la salud de diferentes alimentos y/o nutrientes que se apuntan o evidencian en trabajos científicos, hay que contextualizarlos y mirarlos con perspectiva. Pero es que en los últimos días he visto de repente un montón de artículos referidos a supuestos beneficios del consumo de vitamina D, con cifras espectaculares y sobre ámbitos bien diferentes. Por ejemplo, en este estudio, en el Cancer Epidemiology, Biomarkers & Prevention, se observaba como el riesgo de padecer determinados cánceres disminuía considerablemente cuando los niveles de vitamina D eran elevados. De hecho, parece ser que la asociación entre los niveles de vitamina D en la dieta y la protección contra el cáncer data ya de los años 40, cuando Frank Apperly demostró una relación entre la latitud y las muertes por determinados tipos de cáncer, y sugirió que la luz del sol daba una relativa inmunidad contra el cáncer (hay que recordar que la luz del sol es fundamental para la activación de distintas formas de la vitamina D en nuestra piel).
En otro estudio publicado en el Archives of General Psychiatry, estudiando un número muy elevado de personas con edades entre 65 y 95 años, se vio una asociación importante entre los bajos niveles de vitamina D en sangre y la incidencia de depresiones (¡¡todos los mayores a tomar el sol!!), y en este otro en el FASEB journal, se revisaban distintos estudios en los que se han puesto de manifiesto la importancia de unos niveles suficientemente elevados de esta vitamina para mantener la salud del cerebro (¡¡y los políticos también!!).
En esta investigación con 4839 sujetos en estudio (en el Arteriosclerosis, Thrombosis, and Vascular Biology), se aventura que aumentar los niveles de vitamina D podría mejorar la salud cardiovascular y reducir la prevalencia de la enfermedad vascular periférica.
Y por último, también este otro, en el Journal of Bone and Mineral Research, donde se sugiere que suplementos dietéticos de calcio y vitamina D se relacionaron con la salud ósea, y redujeron el riesgo de fracturas durante el ejercicio en reclutas femeninos de la marina (la gallina!!).
De la clínica universitaria de Navarra he sacado esta tabla de alimentos ricos en esta vitamina:
(Cantidades en microg/100 g)
Sardinas y boquerones 7,5
Atún y bonito frescos o congelados 5,4
Quesos grasos 3,1
Margarina 2,5
Champiñones 1,9
Huevos 1,7
Otros pescados frescos o congelados 1,1
Quesos curados y semicurados 0,3
Quesos frescos 0,8
Leche y yogur 0,6
El cuadro es «Optic» del amigo Barceló. ¿Qué tal Mascar?