REFLEXIÓN (¿tonta?)

Hablando el otro día con unos amigos, surgió el tema de las comidas que no nos gustan nada, de los recuerdos infantiles de aquellos alimentos que odia(ba)mos. Nos pusimos a pensar y coincidíamos casi todos (o tal vez les obligué a que coincidiesen conmigo) en que, lo que hace que una comida nos parezca especial, deliciosa, sublime, suele ser el sabor (bueno, en realidad, el aroma, que el término sabor da lugar a equívocos). Que presente determinados matices que combinen adecuadamente, sin estridencias… Por supuesto, en un entorno de textura y presencia adecuadas, pero tal vez solamente la textura de un alimento no determine que este sea excepcional (o casi nunca lo hace). Sin embargo, el que una comida nos resulte desagradable a unos y no tanto a otros, suele tener más que ver con la textura. Las texturas viscosas suelen provocar rechazo en algunas personas (se comentó allí el pan mojado). A mí particularmente la textura “terrosa

Un pensamiento en “REFLEXIÓN (¿tonta?)

  1. Un tema interesante éste del papel de la memoria en la selección de alimentos.
    La memoria juega un papel decisivo en todo lo que elegimos, por asociación y anticipación. Por ejemplo, guardo un grato recuerdo del sabor de algunos tomates que comí cuando era pequeña y sigo aficionada a los tomates, aunque no me sepan igual que aquellos otros.
    Por otra parte, tiendo a evitar tomar medicamentos pues los asocio a una antigua experiencia desagradable y amarga con una pastilla de biodramina. (Me sabe la boca amarga sólo con recordarlo. ) Sin embargo, debo tener en la memoria momentos en que he tomado pastillas de sabor agradable, pero mi mente no establece asociación con ellas cuando de una nueva pastilla se trata. ¿Por qué será?

Los comentarios están cerrados.