LLOVIENDO PIEDRAS DE TÉ HELADO

Hace ya unos años que estuvo en las salas de cine la película “Sexo, mentiras y cintas de vídeo”. Me acuerdo de muy pocos detalles (para los mal pensados, a pesar del título no era nada escabrosa), pero se me quedó grabado que el protagonista se pasaba la peli bebiendo té helado. A algunos amigos hasta nos dio un poco aquel año por esa misma costumbre. Y lo cierto es que no mucho después se popularizó con éxito la comercialización de bebidas del tipo del Nestea, a base de té (o algo parecido) con aromas de limón. Pues bien, advierten desde el Sistema de Salud de la Universidad de Loyola, en los USA, que el consumo excesivo de té helado puede conducir a un riesgo inusitadamente alto de desarrollar dolorosas piedras (o cálculos) renales (yo no he tenido ninguno, pero los que han padecido un cólico renal comentan que el dolor es de aúpa).

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PARA DORMIR UN POQUITO MEJOR

No es infrecuente encontrarse con amigos o conocidos que les cuesta dormir, que tardan en coger el sueño (tampoco es raro lo contrario, marmotas humanas que se duermen con facilidad pasmosa y lo hacen como con rabia, mordiendo fuerte el sueño). Hay casos bien conocidos de relación entre alimentos y sueño, como el efecto de los derivados de la xantina (cafeína, teofilina y teobromina, presentes en el café, el té o el cacao, por ejemplo) aumentando la alerta y provocando una disminución de la sensación de sueño (efecto este que incomoda un montón a los insomnes). Se ha hablado también del posible efecto tranquilizador de alimentos que contengan el aminoácido triptófano, ya que interviene en la síntesis de serotonina, un neurotransmisor que se relaciona con la sensación de bienestar y con la secreción de melatonina, hormona que regula los ciclos de vigilia/sueño. No obstante, no parece claro que esa relación sea directa (a más triptófano, mejor sueño), ya que la regulación es harto compleja.

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ANTIGUOS MODERNOS Y OCCIDENTALES ORIENTALES: EL UMAMI LLEGA A ROMA

DanaeKlimt

Muy interesante (en este caso “interesante” no lo utilizo como el típico eufemismo de “no está mal pero no entusiasma”, que suele ser su significado cuando se utiliza para calificar, por ejemplo, una película infumable pero de un director de culto) el artículo en el “Food Engineering & Ingredients” sobre el paralelismo entre la gastronomía de la antigua Roma y la de la actual cocina oriental. Lo suyo es leérselo entero (en el enlace anterior; es gratuito), pero para los perezosos o los que no estén cómodos leyendo inglés, hago un pequeño resumen comentado.

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NATTO: CASI UN ENCARGO

El otro día comí con Begoña Tormo, antigua directora de la revista Restauradores, que me dio la oportunidad de publicar una serie (4 para ser más exactos) de artículos en la que era entonces (el año pasado) la revista que dirigía. Durante la comida (en Don Lay, muy buena comida china; china de verdad) hablamos sobre muchos temas de gastronomía oriental, y en un momento dado le comenté lo infumable que me resultó el tofu apestoso. Begoña me comentó que entonces debería ser lo mismo o parecido al “natto”, que es también soja fermentada pero japonesa. Ni idea, pero el tema me resultó interesante y en cuanto que he tenido un momentito me he puesto a buscar. Me llama la atención que existan dos alimentos tan malolientes, a base de la misma materia prima, que les resulte tan exquisito a los nativos (aunque por lo visto no a todos) y tan repulsivo a los extraños (puedo atestiguar que la directora del instituto Cervantes en Pekín se lo comía con fruición, pero debe ser una excepción). Como del tofu apestoso ya hablé a mi vuelta de China, paso a hablar brevemente del natto y de lo poco que he encontrado de información científica sobre el (repulsivo) aroma de ambos productos.

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MÁS GLUTAMATO

Pues bien, qué decir a estas alturas del ínclito glutamato monosódico, uno de los aditivos más usados, amados y odiados, estandarte de la gastronomía moderna y/o basura en occidente, y de la más rancia tradición en oriente. Tanta fama le situó en el punto de mira ya hace mucho tiempo. De manera un tanto extraña, puesto que es un compuesto químico que aparece en cantidades elevadísimas en productos tan libres de toda sospecha como la salsa de soja, el jamón ibérico o el queso parmesano. Pero bueno, algunas investigaciones no muy serias aunque con gran repercusión, ligaron su consumo a lo que se vino en llamar “síndrome del restaurante chino”, dado el extensivo uso de este compuesto por parte de la comida tradicional oriental.

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