ADICCIÓN A LAS CALORÍAS

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Se sabe ya de hace tiempo que la percepción de sabor dulce produce una liberación de dopamina, un neurotransmisor que provoca una sensación de placer (y si no que se lo pregunten a algunos; por cierto, otros debemos tener esa vía oxidada: a mi lo dulce me deja frío). Esa sensación lleva a «engancharse» al sabor, como si se tratará de una droga (la dopamina juega un papel similar en otras adicciones: sexo, juego…). Ahora unos investigadores de la Universidad de Duke, USA (buen equipo de basket) han publicado un estudio en la revista Neuron (no pongo ya lo de prestigiosa que se me va a gastar, pero lo es y mucho) en el que apuntan a que es el contenido calórico y no el sabor dulce el que provoca esa secrección de dopamina (y por lo tanto el «enganche» a ese alimento). Lo han llevado a cabo con unos ratones transgénicos que no tiene receptores para el sabor dulce: al final elegían siempre el biberón con la disolución de glucosa, aunque ellos no eran capaces de percibir su sabor. En cambio, no mostraban preferencia alguna por beber de un biberon con una disolución de sucralosa (dulce pero sin calorías). Cada uno que saque sus consecuencias, pero estas cosas son difíciles de extrapolar a casos reales de la vida real.
El cuadro es de Sorolla: «¡Al agua!»