SACIEDAD Y APETITO

LuigiBenedicenti

Comemos lo que comemos, ni más ni menos, por una serie de complejos mecanismos de control. Por una parte, el organismo tiene que asegurarse que haya una ingesta calórica y de nutrientes para poder sobrevivir, y es por ello que sentimos hambre, apetito, y hasta algunos sentidos nos pueden conducir hacia aquello que más necesitamos.

Una vez que esas necesidades han sido cubiertas, resulta necesario que existan mecanismos que informen al cerebro de que ya no es necesario seguir comiendo, de tal manera que el mensaje final que se percibe será de saciedad. No hay ninguna duda que estos mecanismos de saciedad actúan de una manera menos contundente, y en el contexto de la actual hiperabundancia de alimentos y de tentaciones de los sentidos, su poder es limitado. No obstante, conocer las rutas que conducen a la saciedad puede servir para programar una dieta para adelgazar que permita no tener una continua sensación de hambre, o diseñar alimentos que induzcan una sensación temprana y/o prolongada de saciedad. O todo lo contrario: en grupos cuyo problema es que no alcanzan las cantidades recomendadas de determinados nutrientes porque no son capaces de comer más (en determinadas enfermedades o en ancianos), conocer los mecanismos que desencadenan la saciedad podría permitir aumentar la ingesta diaria. Voy a intentar hacer un resumen de cuáles son esos mecanismos que conducen a la saciedad, y a dar algunas indicaciones de qué tipo de alimentos pueden inducirla de una manera más o menos efectiva. Para ello me he basado mayormente en al artículo de revisión “Satiation, satiety and their effects on eating behaviour” y en contenidos del libro “Satiation, satiety and the control of food intake”. Sigue leyendo