ATRASOS (POR OBRA)

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Durante estas semanas en las que me veo inmerso en una obra de considerables proporciones, lo cual me tiene gran parte del tiempo libre sin red, han aparecido una serie de artículos interesantes en el campo de la nutrición-alimentación, que se vienen repitiendo en muchas agencias de prensa científicas (y otros que no se repiten tanto pero que a mi me han resultado curiosos o preocupantes).

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¿POR QUÉ NOS GUSTA TANTO LA SAL?

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Un estudio publicado en la revista Physiology & Behaviour sugiere que al sal podría tener un cierto efecto de “antidepresivo” natural. En el mencionado trabajo, se alimentaron grupos de ratas de laboratorio con dietas con y sin sal. Las que no tomaban nada de sal presentaban síntomas de depresión. Y se pregunta uno ¿Cómo coño puedo saber yo si mi rata está deprimida? Pues bien, parece que las ratas en cuestión evitaban actividades que normalmente les gustan, como beber líquidos azucarados, o presionar una barra que les provoca una descarga de placer en el cerebro (habrán adivinado por este detalle que no se trata de ratas normales, como las que uno tiene en su casa). Uno de los autores comenta “Cosas que normalmente resultarían placenteras a una rata, no les produjeron el mismo grado de satisfacción, lo que nos lleva a pensar que un déficit en sal y la ansiedad que ello conlleva puede inducir los síntomas claves asociados a la depresión”.

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SAL POR NAVIDAD

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La “Consensus Action on Salt and Health”(no lo traduzco, pero viene a ser una asociación de especialistas preocupados por el consumo –excesivo- de sal en nuestra dieta y sus repercusiones negativas sobre la salud) nos advierte que una típica comida navideña puede contener unos 11g de sal, que viene a ser más del doble del máximo admisible diario para adultos (y eso es para los anglosajones; no sé en nuestro caso, con embutidos, jamoncito, queso…). Aquí os pongo sus cálculos; mejor no hago la versión española, que a lo mejor nos asustamos:

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ALERTA ALIMENTARIA

Cream-Filled Cupcake
Tras el impactante caso del uso indiscriminado en los restaurantes de cocina más innovadora de la metil celulosa, un aditivo de uso alimentario que se emplea también como lubricante para relaciones sexuales y como laxante infantil, con todas las connotaciones lúbricas y escatológicas que ello conlleva, salta a la luz un nuevo escándalo alimentario. Según parece ser y hemos podido constatar, se ha generalizado el uso de una sustancia química en forma de polvo blanco en una inmensa mayoría de los platos que podemos consumir hoy en día en los restaurantes de nuestro país.

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COMER AHÍ FUERA

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Recoge hoy el diario «El mundo» una noticia sobre un alimento que han desarrollado los japoneses para sus astronautas: sopa sólida (yo diría por el texto que «semisólida» es decir, más bien puré, o algo así). Y es que la comida para astronautas parece que tiene que cumplir una serie de requisitos, entre otros, no ser muy líquida (más bien no tener mucho líquido). Cuando estuve de investigación post doctoral en la Universidad de Cornell, en USA (1999, ya ha llovido), colaboré como catador en un panel que evaluaba comida para la NASA, para la misión a Marte (he encontrado esta página con una foto de Jean Hunter, que era la que coordinaba el asunto, y otra foto de las cabinas donde catábamos la comida que teníamos que evaluar los voluntarios), y llegué a participar en una par de reuniones con los investigadores que estaban desarrollando los platos. El grupo de esta universidad trabajaba fundamentalmente en desarrollar recetas atendiendo a dos variables: uno de los requerimientos era que la comida tuviera poca sal, porque en ausencia de gravedad parece que los huesos sufren una cierta descalcificación, y la sal potencia este proceso. Otro era desarrollar platos sin carne (el precio de los cereales en Marte debe estar por las nubes, y tener a las vacas pastando con escafandra queda chulo pero parece poco efectivo, así que criar allí ganado saldría por un pico) pero imitando la textura de la carne. Algunos pensará que eso ya existe, la carne de imitación que venden para los vegetarianos, pero en este caso tenía que elaborarse con plantas que pudieran producirse usando cultivos hidropónicos (es decir, plantas que se cultivan sin suelo, en pequeños recipientes con agua y las sales necesarias y un soporte com grava o turba, donde crecen sus raíces), que es como piensan producir los alimentos en las misiones espaciales de larga duración. Así que, en resumen, comíamos en el panel hamburguesas de lentejas sosas . Yo les sugerí en aquel entonces que usaran transglutaminasa para sus hamburguesas vegetales (se desmoronaban con facilidad) y glutamato monosódico para que supieran a algo (la cocinera había optado por las especias, y a ese paso los astronautas no tendrían osteoporosis, pero seguramente sí un agujero en el estómago). La verdad, cuando me vine les perdí la pista y no sé si hicieron algo con mis propuestas. Después, al venir, ya metido de lleno en el mundo este de la gastronomía, le propuse a la ESA (agencia europea del espacio) poner en marcha una línea de investigación similar aquí… palmaditas en la espalda, largas, que muy interesante, que en el futuro… Sé que Paul Bocuse desarrollo una serie de platos para la agencia, y que el año pasado en unas demostraciones en Barcelona alguien también hizo algo (como veis, tengo datos precisos al respecto).
Es que yo, en realidad, lo que quiero ser es astronauta.
El cuadro es «La Nevera» de Antonio López.
¡Qué bueno es el último de Radiohead entero, y qué buena es «Jigsaw falling into place» en concreto, coño!