LO SIENTO, PERO NO LA OIGO

Hoy voy a hablar de mi y de la sensación que tengo de estar actuando con egoísmo. De no estar al pié del cañón, como mi voluntad y educación me exige y me exijo. Hoy voy a contar que en mi segunda experiencia de padre me vuelvo a dar cuenta de las tremendas lagunas que ha dejado en mis sentidos esa absurda especialización que todavía arrastro, como pesado lastre, de los antepasados que vivían en un medio ambiente más hostil. Me gustaría compartir con vosotros la desazón que produce en un padre ilusionado, como yo, el no escuchar el primero el llanto nocturno de tu bebé.

En estos días tengo complejo de Ocaña, de Ulrich, de Gibernau, de todos aquellos segundones que serán recordados en la historia (del deporte) como los que llegaron encabezando el pelotón de los perdedores. Llegaron a la meta cuando las cámaras fotográficas ya habían lanzado la primera foto, la más importante. Y me ocurre esto, pese a mi entrenamiento y en contra de mi voluntad, la mayor parte de las noches. Tras momentos de tensión, de angustiosa espera frente a la cuna de mi niña con el pensamiento de no fallar en esta ocasión. Con todo preparado: el biberón con agua, el chupete limpio y apropiado, el otro chupete de repuesto, el pañal inmaculado, etc. En los primeros minutos, al principio, salto como un resorte ante cualquier pequeño gesto de sus manitas, contemplo con ilusión las muecas de su cara y tranquilizo a su madre diciéndole que puede descansar tranquila: yo estoy al mando.
Pero la noche es oscura, larga y paciente. Casi siempre, suele ocurrir que mi vigilia baja por momentos a la media hora, supongo que conforme el ácido láctico va bloqueando mis músculos y eso hace que además voy perdiendo reflejos. Si antes me sobresaltaba el batir las alas de un diminuto mosquito, mi agudeza va perdiendo enteros y al cabo de un tiempo soy incapaz de distinguir entre insectos voladores y rapaces. Al final caigo dormido/vencido.
Lo peor de todo es cuando el sonido del llanto de mi querida niña llega a mis oídos. Muchas veces se cuela previamente como un espontáneo en el sueño que tenga llegando hasta la conciencia. Otras veces, sobresaltado, me despierto cuando la escena que contemplo ya no tiene solución: madre e hija juntas en indescriptible armonía. Mi mirada, humillada, pocas veces se traduce en palabras y mis párpados se niegan a que sufra más y bajan el telón.
Algunas veces es aún peor. Por la mañana, cuando considero que la noche ha sido perfecta, tras ducharme, compruebo con horror la prueba del delito. Varios pañales, cariñosamente doblados en el cuarto de baño como detalle inequívoco de que hubo actividad nocturna. Me hundo.
En las semanas en las que estoy en esta nueva situación familiar nunca se me ha dicho nada, todo lo contrario, y eso es peor. Para intentar buscar una explicación (también solución) he leído algo sobre el oído humano.  Parece ser que los hombres somos más sensibles a los sonidos graves y las mujeres, sobre todo las que están dando leche a sus bebés, a los agudos. Una especie de adaptación para que en cada caso se cubran las necesidades vitales de la mejor forma posible. Los hombres seríamos mucho más efectivos a la hora de oír, por ejemplo, un elefante entrado en casa, un tigre por el pasillo, o incluso nos molestaría más que Plácido Domingo viviera en el piso de abajo y ensayara por las noches. Mientras que por el contrario, las mujeres son más precisas a la hora de escuchar el llanto de un niño o el sonido de El flautista de Amelín (o como se escriba).
Soy consciente de que esto no soluciona mi problema, pero algunas noches, cuando me despierto y las miro me tranquilizo al pensar que aunque otra vez he llegado tarde, yo sería el primero en darme cuenta, y alertarlas, si un trailer estuviera aparcando sin frenos en nuestro salón.

12 pensamientos en “LO SIENTO, PERO NO LA OIGO

  1. Y es así. El caso es que tú estás biológicamente mejor preparado para otras cosas. La facilidad de alerta de “ellas”, a veces se muestra en las mujeres como nerviosismo, en general en la vida. Otras ocasiones verás que al tomar una decisión ella duda, y duda… echa más tiempo en las miles de cosas que se plantea ante la toma de una decisión. Por contra, “ellos” tendrán estadísticamente más facilidad para tomar una decisión y no mirar atrás siempre a ver si fue la correcta, o aportar su calma (ya que son tan lentos en la alerta), en otras ocasiones.
    En fin, somo nuestro mutuo complemento…

  2. Si todo esto es así como decís vosotros, mi sexualidad está en entredicho. Yo dudo y dudo, y miro atrás. Creo que me despertaba el primero muchas veces con los llantos nocturnos. Eso sí, mi orientación espacial es buena.

  3. Buenísimo Pedro. Muy bueno.
    No sufras por tu debilidad auditiva. Todo lo que no oigas a tu hija ahora se lo oirás a tu mujercita dentro de unos meses cuando no le haga ya tanta gracia l “biodiversidad”.
    Jorge, tú al menos tienes identidad: la de la mujer frágil que necesita un hombre fuerte a su lado. ¿Pero y yo? Que no oigo a mis hijos en sus reclamos de madrugada y luego al levantarme soy incapaz de tomar una decisión (trascendente quiero decir. Ya que puedo decidir que me voy a tomar una cerveza, o al menos eso creo)
    ¿Quién pone nombre a mi condición?

  4. Enhorabuena por tu paternidad, Pedro. Y por el artículo. Me ha gustado mucho.
    No sé si hay de verdad razones científicas para lo que dices, pero es así.
    No desesperes. Te cansarás de oírla.

  5. Agradezco la comprensión sobre este tema. Consuela mucho no ser tachado de “sordo” selectivo y que te planteen preguntas como :¿Qué edad debe tener la emisora para que la escuches?.
    Por otra parte, veo que hay hombres (de indudable orientación, Cerrino, Orges) que han reconocido que sí se despertaban, lo que me hace estar otra vez mal. No sé, no sé, esto es muy complicado y ahora tengo sueño. Anoche sí fui consciente de su llanto y hoy estoy para el arrastre.

  6. Por introducir un poco de debate…, y qué va a pasar ahora con el matrimonio homosersual. ¿evolucionará la especie, para sintonizar el llanto de un bebé?.

  7. Pedro, entiendo que tu pequeñina ha nacido hace poco, así es que lo primero felicidades. Y felicidades también por tu sensibilidad para describir tus sensaciones. Has conseguido transformar una noche toledana en una armoniosa y cálida estampa maternal. Y ha tenido que llegar Isabelín, la tercera, para que yo acepte que el despertar nocturno, normalmente, nos corresponde a nosotras. Y como es así, no merece la pena luchar contra la naturaleza: los entendidos han expuesto sabias razones. He disfrutado leyéndote como si nunca hubiera vivido una noche así. Dan hasta ganas que le pase eso a una. Y, finalmente, yo no tengo ninguna duda de la orientación de mi hombre: él tampoco oye, y vive tan feliz, y yo también, conste. Aurora.

  8. Me he quedado estupefacta, y no es para menos, acabo de descubrir que mi hermano tiene la identidad de una mujer frágil, ¿qué pasa ahora con todos esos chistes machistas, te identificas?.
    Enhorabuena Pedro.
    Por último, tengo dos hijos, con el primero mi marido no se despertaba, es una marmota con una facilidad de dormirse increíble; pero con la niña tuve depresiones y no sé por qué extraña razón él se despertaba antes que yo y me avisaba de la hora del pecho o la cambiaba y no me decía nada. Ni que decir tiene que él ha vuelto a su rara habilidad para dormirse en segundos y pasar de cualquier ruido, hombre si le quitas la tele se despierta… ¿eso no tiene nada que ver con ser macho, no?

  9. Que bonita manera de expresar tus sentimientos y quitarte culpa. Pero bueno, yo también creo que es cuestión de sexos, la teoría de los agudos y graves tiene mucho sentido, se la dire a mi pareja para que se sienta meejor.
    A mi me costo, pero ahora que el niño tiene dos años, duermo más tranquila aunque siga siendo yo quien se levanta todas las noches (por no decir las mil otras cosas que me tocan). Pero es precioso verlo en mitad de la noche, niño y padre durmiendo placidamente. Lo peor fue la primera noche de mi hijo en el hospital, operada de cesarea, sin poder casi moverme y mi pareja roncaba, me las apañe para acumular un montón de botellas de agua y peluches y cuando el niño lloraba se las lanzaba al padre para que despertara, porque debe ser que mi voz es demasiado aguda y ni llamandole se despertaba. Anhelo dormir una noche entera.

  10. bueno, pues aunque llegue tarde, xq veo q los posts son de hace un tiempo, el tema sigue siendo muy de hoy. A mí me ayuda preguntarme no por mi naturaleza sino por mi educación. Ante distintas respuestas de hombre-mujer frente a los mismos estímulos operan otros factores con más peso, si no a lo largo y ancho de este mundo todas y todos tendríamos los mismos comportamientos o muy similares, y la diversidad de sociedades no lo muestran así, o el mismo Jorge sería un caso extrañísimo y no lo es. ¿Por qué muchas mujeres no tienen instinto maternal y en algunas culturas este concepto ni existe? ¿Por qué mi madre siempre prefiere comerse las peores tajadas y partes del guiso y defiende “no, no, sí a mi gusta la cola del pescado o el cuello del pollo”? ¿Me dirá la ciencia que cuando te haces madre dejan de gustarte los solomillos? ¿Será que la responsabilidad que han puesto sobre nuestros hombros, a través del mito de la relación “especial universal” madre-hijo, hace que a mujeres no les sea posible conciliar el sueño como antes y que si no cumplen en algunas de sus funciones maternas se sientan culpables? ¿Qué le dice la ciencia y la sociedad a los hombres a los que los ha despojado de esa relación especial y que quieren sentir su paternidad desde dimensiones más emocionales? ¿Les llamará mujer frágil o gays?
    Y ¿será que soy un chico y no me he dado cuenta porque los agudos no existen para mí??
    hasta aquí mi perolata. saludos!!

  11. Siento el retraso
    Seguro que la educación tiene un montón que ver en todas estas cosas de las que hablas, en las que la mujer (madre) se sacrifica por sus hijos más allá de lo que lo hace el padre. A lo que se refería Pedro en su post es que independientemente de ese bagaje cultural, existen cuestiones en las que la genética, las hormonas, el sexo, tienen su peso (de hecho, un hombre no puede ni parir, ni amamantar…), y que es en la especie humana donde más se han ido difuminando, pero en ocasiones, determinadas investigaciones nos dicen que siguen estando ahí.
    Saludos

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