NYOTAIMORI: YA DECÍA YO QUE LA VAJILLA IMPORTA

Hace apenas tres entradas se comentaba aquí en lamarga cómo en una serie de trabajos científicos se evidenciaba el papel de la vajilla sobre las sensaciones cuando se degustan determinados platos. En los comentarios, el amigo Flat apuntaba que en la cultura gastronómica japonesa se le da una gran importancia a la vajilla. Sin duda es así; tanto valoran el recipiente que se llega al extremo del nyotaimori. Se trata de una modalidad en la que la comida preparada se deposita directamente sobre el cuerpo de una muchacha desnuda. ¡La gallina!

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COMIDA Y SEXO

Se trata sin duda de dos de las actividades más placenteras de las que puede disfrutar el género humano. Ambas mueven montañas y toneladas de dinero. En ambas subyacen nuestros instintos más animales, pero las dos han sido también objeto de los refinamientos más alambicados. Curiosamente las dos destacan con luz propia entre el listado de pecados más buscados. Si por separado ostentan tanto poder, su matrimonio se antoja tremebundo. Pues sí y no. Aunque hay asociaciones claras a lo largo de la historia entre determinados alimentos, sobre todo bebidas, y la práctica del sexo y el erotismo, lo cierto es que son dos gigantes que se respetan bastante. Las copas previas al encuentro amoroso (champagne casi siempre en el séptimo arte), ciertas prácticas un tanto pegajosas (la típica de la nata, las duchas otra vez con champagne), algunas escenas de mordisqueo insinuante con luz tenue de fondo (Kim Basinger en Nueva semanas y media, a las puertas del frigorífico, y en miles de anuncios, con el helado como símbolo fálico subliminal) y poco más (bueno, habría que recordar cómo la nueva cocina también encuentra sus aplicaciones, como aquella que se comentó en relación a los peta-zetas y su uso en el sexo oral). Pero donde si ha habido un acercamiento es en el alimento como elixir o como reconstituyente. Desde Casanova y sus docenas de huevos para pasar la noche fornicando, pasando por los miles de potingues de la cultura oriental para conseguir erecciones que se antojan dificultosas, a lo largo de la historia no han faltado intentos de mejorar las prestaciones amatorias o de derribar los muros de la frigidez a través de la alimentación. Pero (pensaba yo) cuando todo ello es llevado al ámbito molecular, a los estudios científicos, la cosa se va quedando en más bien casi nada.

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COSAS DEL COMER

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En el último número de la revista “Food Quality and Preference” hay tres artículos que me han llamado la atención. En el primero de ellos se revisan los factores que modulan la sensación aromática en los humanos. Se tratan factores relacionados con los propios compuestos químicos que provocan la sensación olorosa, pero sobre todo se tratan factores relacionados con el sujeto que la huele, entre ellos el aprendizaje, el sexo y el estatus hormonal, la edad, el estado emocional (alguna vez ya hablamos de ello por aquí), las instrucciones y cuestiones semánticas previas al estímulo (caso de catadores, sobre todo), la cultura… Algunas cuestiones curiosas, como el hecho de que la exposición repetida a un olor agradable (limón) y desagradable (mantequilla rancia) tuvo como consecuencia una disminución en las puntuaciones de agradable y desagradable (respectivamente). En cuanto al estatus hormonal, resulta curioso que sigamos siendo tan animales (en el buen sentido de la palabra). Parece que las mujeres en el período de ovulación muestran mucho menos desagrado por el olor de la androstenona (feromona responsable del olor a verraco, propio de la carne de cerdo macho sin castrar). Relacionado también con las hormonas y la edad, parece que la menopausia puede provocar una anhedonia (incapacidad para oler sentir placer) con los olores agradables más acusada. Y muchas más cosas curiosas.

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LAS MUJERES TIENEN MÁS PROBLEMAS PARA RESISTIRSE A LA TENTACIÓN…

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…al menos cuando se trata de sus comidas favoritas. Eso es lo que parece desprenderse de un estudio publicado en la prestigiosa revista “Proceedings of the National Academy of Science”, llevado a cabo por unos investigadores de la Universidad de Oregón. Los autores preguntaron a 13 hombres y 10 mujeres una serie de cuestiones para conocer sus alimentos favoritos. Después se les pidió que estuvieran en ayuno hasta el día siguiente (no sé si esta crueldad cumple con los requisitos mínimos de experimentación animal). Al día siguiente se les sometió a un escáner cerebral mientras se les enseñaban imágenes de sus comidas. Durante la realización del escáner del cerebro, se les pidió a los participantes que emplearan una técnica denominada inhibición cognitiva (que previamente habían aprendido) para eliminar los pensamientos relacionados con el hambre y la comida (y me pregunto yo, dónde me podrían enseñar esta técnica, porque mi jamón y mi queso de Idiazábal están pidiendo a gritos que haga una máster avanzado y me convierta en un prestigioso usuario de la misma).

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CAFEÍNA MACHO

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Pues parece que un grupo de investigadores españoles, de la Universidad de Barcelona, ha llegado a la conclusión de que la cafeína tiene un efecto más acusado sobe los hombres que sobre las mujeres (publicado en Progress in Neuro-Psychopharmacology & Biological Psychiatry 32 1698–1703 OCT 2008; no pongo el enlace porque una gran cantidad de páginas no están siendo accesibles durante estas fiestas). Los autores pudieron comprobar también que la mejora en el estado de atención se produce en apenas 10 minutos, y su efecto dura entre 2 y 3 horas, aunque en algunos casos puede llegar hasta las 4 y 5 horas (dependiendo de la sensibilidad del individuo y de la edad). En este estudio también se detectó un ligero efecto del café descafeinado (aunque no queda claro cuál puede ser la causa, si un efecto placebo o consecuencia de la poca cafeína que le queda al café descafeinado).
El cuadro es «Pescadores valencianos», de Sorolla.