PLATOS Y CUCHARAS: TODO CUENTA

Me gustan los platos grandes, blancos un poco mates, de perfil grueso, me trasmiten sensación de aplomo y seguridad; y los cubiertos de acero mate, pesados, redondeados, sin concesiones a filigranas y sin motivos de ningún tipo. Siempre he tenido la sensación (subjetiva, como todas las sensaciones) de que me gusta más el café en esa taza grande y de paredes gruesas de la Universidad de Cornell, y elijo si puedo las cucharillas de la cubertería que nos regalaron en la boda, porque tienen los bordes redondeados y rozan menos cada vez que entran en la boca. ¿Pero es esto realmente importante, tiene alguna repercusión? ¿Merece la pena que un restaurante se gaste un pastón en una vajilla de Limoges? (amén de que ese hecho, en sí mismo, suponga una distinción o un elemento de diseño). Sigue leyendo

PARA COMER MENOS ESTAS NAVIDADES, IMAGÍNATE COMIENDO

¡No sé, no sé! Dicen unos investigadores de la Universidad de Carnegie Mellon (Pensilvania, USA) en un artículo publicado en Science (reverencia) que una manera de disminuir el consumo de un alimento es visualizarse a uno mismo comiendo ese alimento con una alta frecuencia. Y de paso, ponen de manifiesto que no pensar en las tentaciones (en el caso de los alimentos, al menos) no es una buena estrategia para evitarlas.

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COMIENDO EN LA OSCURIDAD

Otro de percepciones. O de sensaciones. En un artículo de la revista “Appetite”, un grupo de investigadores de diversas nacionalidades (uno de ellos de la Universidad de Cornell, NY, USA; –suspiros al ver el Stocking Hall en la foto-) presentan los resultados de un estudio en el que han constatado los efectos de las referencias visuales sobre la saciedad cuando se está comiendo.

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EL RUIDO MIENTRAS SE COME MODIFICA LAS PERCEPCIONES

Otro de esos estudios que muchos hubiéramos firmado (y afirmado) sin necesidad de hacerlo. A quién no lehan amargado alguna vez la comida una obra de los vecinos, o un niño dando voces ha arruinado unas tranquilas cañas sentado en una terraza, o ha habido que pedirle al dueño del restaurante que baje la música. Pues unos investigadores de la empresa Unilever, de Holanda, con otros de la Universidad de Manchester, en un estudio publicado artículo en el Food Quality and Preference (bueno, está aún en cola de publicación), constatan que esto es así. Que el sonido durante la comida puede modificar las percepciones, haciendo que el alimento nos guste más o menos, e incluso variando la intensidad del sabor.

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¿SERÁ ESTE EL PRIMER PASO EN EL ÉXITO DEL BULLI?

Hay que estar atento al calendario, ser el primero en llamar o escribir el email ganador. Si te toca es como una lotería con la que sabes (tienes que) disfrutarás, con la que podrás ser el centro de la conversación en muchas reuniones. La recompensa es grande, pero el esfuerzo (atención, reserva a ciegas, el económico) no le va a la zaga. Pues parece que ese esfuerzo previo podría tener que ver con un mayor disfrute de la comida. O al menos eso ocurre en ratas (odiosas las comparaciones, que nadie se de por aludido).

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