En más de una ocasión, ante más de un amigo escandalizado, he defendido que existan vinos, jamones o restaurantes, con un precio muy por encima de la media. Ofrecen características, matices y peculiaridades, diferentes a las de otras marcas o establecimientos. Es una cuestión de prioridades: quién perciba y valore ese tipo de sensaciones (y tenga dinero para pagarlas), está muy en su derecho a darle rienda suelta a sus caprichos.
Seguramente, siguiendo esa misma filosofía, podría estar justificado que existan aguas minerales en el mercado con precios exorbitados. Sigue leyendo