COMIDA Y SEXO

Se trata sin duda de dos de las actividades más placenteras de las que puede disfrutar el género humano. Ambas mueven montañas y toneladas de dinero. En ambas subyacen nuestros instintos más animales, pero las dos han sido también objeto de los refinamientos más alambicados. Curiosamente las dos destacan con luz propia entre el listado de pecados más buscados. Si por separado ostentan tanto poder, su matrimonio se antoja tremebundo. Pues sí y no. Aunque hay asociaciones claras a lo largo de la historia entre determinados alimentos, sobre todo bebidas, y la práctica del sexo y el erotismo, lo cierto es que son dos gigantes que se respetan bastante. Las copas previas al encuentro amoroso (champagne casi siempre en el séptimo arte), ciertas prácticas un tanto pegajosas (la típica de la nata, las duchas otra vez con champagne), algunas escenas de mordisqueo insinuante con luz tenue de fondo (Kim Basinger en Nueva semanas y media, a las puertas del frigorífico, y en miles de anuncios, con el helado como símbolo fálico subliminal) y poco más (bueno, habría que recordar cómo la nueva cocina también encuentra sus aplicaciones, como aquella que se comentó en relación a los peta-zetas y su uso en el sexo oral). Pero donde si ha habido un acercamiento es en el alimento como elixir o como reconstituyente. Desde Casanova y sus docenas de huevos para pasar la noche fornicando, pasando por los miles de potingues de la cultura oriental para conseguir erecciones que se antojan dificultosas, a lo largo de la historia no han faltado intentos de mejorar las prestaciones amatorias o de derribar los muros de la frigidez a través de la alimentación. Pero (pensaba yo) cuando todo ello es llevado al ámbito molecular, a los estudios científicos, la cosa se va quedando en más bien casi nada.

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MÁS GLUTAMATO

Pues bien, qué decir a estas alturas del ínclito glutamato monosódico, uno de los aditivos más usados, amados y odiados, estandarte de la gastronomía moderna y/o basura en occidente, y de la más rancia tradición en oriente. Tanta fama le situó en el punto de mira ya hace mucho tiempo. De manera un tanto extraña, puesto que es un compuesto químico que aparece en cantidades elevadísimas en productos tan libres de toda sospecha como la salsa de soja, el jamón ibérico o el queso parmesano. Pero bueno, algunas investigaciones no muy serias aunque con gran repercusión, ligaron su consumo a lo que se vino en llamar “síndrome del restaurante chino”, dado el extensivo uso de este compuesto por parte de la comida tradicional oriental.

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LA BOTICA DE LA ABUELA

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El otro día vi en el magnífico “Blog del Búho» del amigo Yanko, una entrada titulada “Patrañas +”, muy recomendable, en la que se comentan las pulseritas estas magnéticas que sirven para curar todos los males, y me acordé de algo que vi de refilón estas navidades en un programa de esos de zapping. En esa emisión dedicaban una sección a “La botica de la abuela”, programa que presentaba el ínclito Jesús María Alfaro (me gusta más este otro semblante que el de wikipedia). Si recordáis, era un programa de los años 90 en el que se presentaban remedios caseros para diferentes males. Nunca lo vi, pero por lo que se ha comentado y lo que he visto en programas de zapping, el éxito les llevó a pasar de sugerir algunos trucos caseros a convertirse en algo parecido a un curandero televisivo, con afirmaciones pseudocientíficas falsas de todo tipo.

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