EL SONIDO AFECTA A LA PERCEPCIÓN DEL SABOR: PRUÉBALO TÚ MISMO

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No me enrollo con los detalles que es muy tarde y ya lo conté antes. Básicamente el asunto es que los sonidos graves parece que potencian los sabores amargos, mientras  que los agudos resaltan los dulces. Es una de las varias interacciones del sonido con otras percepciones durante el acto de comer.

Pues bien, esta pagina está diseñada para tratar de evidenciarlo. La cosa es más o menos así: preparen su ordenador, con el sonido suficientemente alto y mejor con unos auriculares. Tome un chocolate más o menos amargo; introdúzcanlo en la boca (el chocolate) y dejen que se vaya deshaciendo (¡no lo traguen, ansiosos!). Pinchen en donde pone «biter» (amargo) y comenzarán unos sonidos graves. De repente, el sabor empieza a concentrarse en la parte posterior de la lengua y los matices amargos toman fuerza (es la teoría, pero lo cierto es que a mí me ha pasado). Sin tragar el chocolate (aguanten) pinchen en «sweet». Comenzarán entonces unos sonidos agudos, y el amargor ira diluyéndose para transformarse en sabor dulce.

Y ahora, para quitarme el mérito (que de hecho no tenía), esta es la página donde se habla de este asunto.

El cuadro es De Luigi Benedicenti

TAUMATINA Y ESTEVIA: UN MATRIMONIO SIN AMARGURAS

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Corría el año 1840 y tantos, el farmacéutico, médico y explorador del ejército de su Majestad, William Freeman Daniell, mientras se paseaba buscando nuevas especies por lo que en la actualidad se conoce como Ghana, se dio de bruces con una planta con un fruto rojizo y triangular que presentaba un sabor ligeramente dulce. Los locales consumían y utilizaban dicho fruto, lo que despertó la curiosidad del hombre de ciencia. Más tarde, ahondando en su composición, se descubrió que la responsable de su sabor dulce era una fracción proteica (sí, y eso que muchas veces se generaliza y se dice que los compuestos de peso molecular tan elevado no presentan sabor). Bastante tiempo después, en 1972, van der Well y Loeve, consiguieron aislar la proteína. A la planta se la bautizó como Thaumatococcus daniellii (en honor a su descubridor para occidente, que descubierta ya estaba por los locales, que la llamaban katemfe), y siguiendo los honores, a la proteína se la llamó Taumatina (por la planta, claro). Estudios posteriores evidenciaron que no se trataba de una única proteína, sino de varias, entre las que las dos mayoritarias y más importantes en sus efectos fueron bautizadas como Taumatina-I y Taumatina-II. En la actualidad estas proteínas se han modificado ligeramente para presentar un sabor más puro y con una vida en boca más corta. Sigue leyendo

AROMA A PAN

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En un revelador artículo de recopilación publicado en la página de la National Public Radio, se recoge una información muy interesante acerca del pan blanco y el pan integral, que voy a tratar de plasmar aquí.

Está más o menos admitido (aunque para estos asuntos es mejor darse una vuelta por el blog de Centinel) que el consumo habitual de pan integral resulta más sano que el de pan blanco. Sin embargo, resulta difícil resistirse a un buen pan blanco, y en cambio, no mucha gente profesa culto al pan integral. Amén de que la textura pueda resultar diferente, resulta claro que el aroma no es el mismo. Y no hace falta ni siquiera degustarlo: una hogaza de pan blanco huele que alimenta y el pan integral, hombre, no huele mal, pero no se te hace la boca agua. Sigue leyendo

COMER SONIDO

oleosobretelapedrocamposDe espectacular calificaría yo el artículo de revisión publicado en el “Physiology & Behavior” en el que se glosan algunos de las repercusiones que el sonido (el que hacemos el comer, el que nos rodea, el que se produce cuando se prepara la comida…) puede tener sobre el resto de las percepciones que se sienten durante el acto de comer y sobre el grado final de satisfacción que nos produce la comida. Se trata de un artículo largo y completo, así que simplemente plasmaré algunas de las pinceladas que me han resultado más curiosas: Sigue leyendo

AGUA: NO LLEGO A TANTO

En más de una ocasión, ante más de un amigo escandalizado, he defendido que existan vinos, jamones o restaurantes, con un precio muy por encima de la media. Ofrecen características, matices y peculiaridades, diferentes a las de otras marcas o establecimientos. Es una cuestión de prioridades: quién perciba y valore ese tipo de sensaciones (y tenga dinero para pagarlas), está muy en su derecho a darle rienda suelta a sus caprichos.

Seguramente, siguiendo esa misma filosofía, podría estar justificado que existan aguas minerales en el mercado con precios exorbitados. Sigue leyendo