COLOR DE LA CARNE COCINADA AL VACÍO

He estado revisando el artículo sobre el cocinado al vacío que fue publicado en el primer número de la revista International Journal of Gastronomy and Food Science, por el norteamericano D.E. Baldwin. Este Baldwin tiene también una página dedicada al cocinado al vacío –por cierto, que el artículo es, en muchas secciones, un calco de lo que tiene publicado en su página web-. Con esto de las gastronomía se han acercado a los alimentos científicos de otras áreas (este Baldwin es matemático), lo cual es sin duda enriquecedor por la diversidad de puntos de vista, aunque pasa a parecerme un poco preocupante cuando se habla con tanta alegría sobre microorganismos patógenos en alimentos (ya tuve mis discusiones con Myhrvold).

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MALUMA TAKETE

Me resultan extraordinariamente llamativas las relaciones entre los diferentes sentidos, cómo el color condiciona el gusto y el aroma, las sinestesias, las relaciones entre la percepción del ambiente y la del alimento.

Pues bien, en esa línea, un grupo de investigadores del Reino Unido han publicado sendos trabajos (en el Food Quality and Preference y en el Journal of Sensory Studies) en los que relacionan diferentes tipos de chocolates comerciales con formas geométricas y con palabras inventadas.

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NUEVA ENCUESTA: ¿PELAS LAS UVAS?

Esta vez voy a tratar de no influir en los resultados con mi opinión, así que mis disquisiciones sobre el asunto de la nueva encuesta serán cuando ya tenga los resultados, después de unas semanitas. En esta ocasión el tema de la encuesta también versa sobre costumbres a la hora de comer, y de nuevo sobre si uno se come o no el envoltorio, pero en este caso cambiamos el queso por las uvas.

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¡QUE ESAS ALUBIAS NO TOQUEN MI FILETE!

Me he visto retratado en este artículo de la revista “Appetite”, realizado por investigadores de las universidades de Birmingham y Derby del Reino Unido, en el que comprobaban que en niños de entre 18 y 25 meses, el contacto de una comida que no les guste con un alimento que sí les guste, produce una disminución en el grado de aceptación de ese último alimento (el que les gusta), e incluso el total rechazo. Por supuesto que yo de esa edad no me acuerdo, pero a mi me siguió pasando después: imposible comer un trozo del chorizo más exquisito si este había sido parte del guiso de las alubias (que eran mi enemigo más terrible). Es más, aborrecía lo que hubiera sido tocado por el cucharon de servir aquellas comidas que no resultaban de mi agrado.

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