HAROLD McGEE EN EL NY TIMES

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Sé que entre los lectores de lamargarita hay no pocos enamorados de los textos de Harold McGee (por cierto, la semana pasada hablé con él para convencerle de que venga a España a dar una charla inaugural en un congreso, y es posible que sí que se anime). Va por ellos. Harold tiene una columna en el NY Times (“The curious cook”, algo así como el cocinero curioso), en la que habla de todo un poco sobre alimentos y gastronomía (un poco como en lamargarita pero en plan bien escrito). Me gusta el tono de sus artículos, bien documentados y descreídos. Tal vez el último sea un buen ejemplo de lo que digo. En este caso trata dos temas referidos a dos artículos más o menos científicos: el primero, un artículo donde se pone de manifiesto las supuestas mejores propiedades nutricionales de los vegetales “orgánicos” o “ecológicos” con respecto a los convencionales; el segundo, otro trabajo en el que se descubrió que la leche, productos lácteos y carne de yak tienen un contenido en ácidos grasos omega 3 superior a las de las razas de producción habituales. Harold comienza el artículo con una reflexión muy acertada:

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POLLOS ECOLÓGICOS

imageNi mucho menos me alegro, pero no puedo evitar una estúpida y perfectamente apreciable sonrisa de autocomplacencia.
Siempre que puedo insisto en lo inadecuado de tomar posturas extremistas en temas alimentarios (bueno, creo que en cualquier tema, pero eso es harina de otro costal). Una postura extremista puede ser comer por sistema en hamburgueserías, pizzerías, freidurías y demás -rías. Otra es identificar lo «ecológico» como lo único bueno y desdeñar como si estuvieran rozando la toxicidad el resto de alimentos (que solo comemos los no iniciados). Pues bien, para los talibanes de la comida ecológica: se sabe desde hace tiempo que los huevos y la carne de pollos criados en libertad en condiciones ecológicas contienen mayores niveles de dioxinas (las dioxinas son compuestos con probado potencial carcinógenico; vamos, que el consumo frecuente de estas sustancias puede provocar la aparición de cáncer). Se pensaba que este hecho era debido al suelo donde se criaban los pollos, pero unos investigadores holandeses han publicado un trabajo en el que se asocian los niveles encontrados de esas sustancias en los huevos (de gallina) al ejercicio que realizan los pollos. ¡La gallina!
El cuadro es de nuevo de Turner en Venecia.