MATIZANDO

Después de haber visto el reportaje «Sugar: the bitter truth» (Azúcar: la amarga verdad), al que he llegado a través del blog  «Lo que la ciencia dice para adelgazar«, me ha dado el impulso de borrar lo que había puesto sobre la fructosa en la entrada sobre los nocebos. No obstante, antes de hacerlo estuve un rato dándole al Science Citation Index, a ver si encontraba una revisión sobre el tema que me ofreciera garantías. Y he encontrado una publicada en la revista «Nutrition & metabolism«, por una persona que no es sospechosa de estar ligada de ninguna manera a la industria, para que cada uno pueda leer y estar informado sobre el tema. Lo cierto es que el vídeo de Robert H. Lustig suena muy convincente, pero no me gusta el tono americano simplista de lo bueno y lo malo. El artículo de revisión me parece más científico, no es tan categórico. En fin, difícil cuestión.

El cuadro es «Bodegón de membrillos», de Zurbarán.

LA LECHE, EL SUEÑO Y EL PAVO DEL DÍA DE ACCIÓN DE GRACIAS

Parece que no tienen mucho que ver, ¿verdad? Empezaré por lo que nos cae más lejos: existe una leyenda urbana en los EUA, de esas que con un par de palabras técnicas pretenden atribuirse más credibilidad (como el que cita una cifra de la que no se acuerda con decimales, para dar más credibilidad a su invención), que dice que el día de acción de gracias, después de haberse apipado de pavo, jarabe de arce, pasteles de calabaza y demás americanadas (muchas de ellas deliciosas), entra un sueño tremendo por la cantidad de triptófano que tiene la carne de pavo.

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SURTIDO DE «NOCEBOS»

Me ha gustado el palabro “nocebo”, que no conocía. Sería el primo hermano de placebo (que, dicho sea de paso, es uno de mis grupos fetiche), pero en su versión negativa. Es decir, expresa el efecto subjetivo de empeoramiento de la salud que perciben algunas personas cuando toman algo (un medicamento o algún componente de su dieta) y que no se corresponde con un efecto real; y consecuentemente, llevaría a la mejora (subjetiva) de sus síntomas cuando ese elemento deja de ser consumido. Aquello de las personas que sin ser intolerantes a la lactosa o alérgicas a las caseínas, dicen que se encuentran muchísimo mejor desde que no beben leche.

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INDIGNADO

Hoy en día este estado de ánimo caracteriza a muchos españolitos de a pie, por multitud de variopintas razones. Lo cierto es que uno tiene causas para estar en casi permanente estado de indignación, pero eso cansa, y procura correr un tupido velo, para poder disfrutar (carpe diem) sin amarguras. Pero siempre hay un tema específico, algo que le llega a uno a la fibra sensible, y mire usted por dónde una señora médica ha dado en mi clavo.

La señora, doña Lalanda, tiene un blog  sobre asuntos médicos y sanitarios. Es sarcástica, ocurrente, un poco ácida, segura de sí mismo, de opiniones tajantes; vamos, que está en posesión de la verdad. Y mire usted por donde, en su afán de repartir justicia en el mundo, dio con el tema de la celiaquía: en un bochornoso artículo criticaba (con sorna) el hecho de que en la cabalgata de reyes se repartiesen caramelos sin gluten. Porque, puestos a atender a esa minoría de niños celiacos, ¿por qué no atender a todas las minorías? En su argumentación, mezclaba personas con esa enfermedad (que no pueden elegir) con otras que simplemente han elegido no tomar algún tipo de alimentos (veganos), y en el popurrí, incluía a niños de corta edad, a diabéticos, a alérgicos y un no corto etcétera. Y venía a decir que el que tenga un niño celiaco que se las busque como pueda, y que la administración es estúpida por querer satisfacer a esas minorías, porque como a todas no se las puede atender, ¿por qué hacer esa distinción?

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